El regreso del "Hijo de Hombre"

21 de marzo de 2019

Un día como, pero en el año 1989, el máximo exponente de nuestra literatura, Augusto Roa Bastos, retornaba al país tras un exilio de 42 años.

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El mismo año en que ganaba uno de los más grandes galardones de la literatura, el Premio Cervantes, Augusto retornaba al país. Aunque no lo hacía de forma definitiva, el escritor marcaba una página importante en su vida al volver a su maltratado pero muy amado Paraguay.

Roa había sido exiliado en 1947, durante el gobierno del dictador Higinio Morínigo. Consiguió asilo en la Embajada de Brasil hasta conseguir un salvo conducto que le permitió migrar junto con su familia a la Argentina. Con tremendo dolor y con apenas 30 años, Augusto inicia su carrera fuera del país.

Argentina también atravesaba una situación similar al nuestro, el dictador Rafael Videla asumía la presidencia a través de un golpe militar (El Operativo Cóndor se encontraba en su punto más fuerte), esto le costó nuevamente el exilio al paraguayo, pero esta vez viajaba a Europa , en donde ya valoraban su trabajo. Se asentó en la ciudad francesa de Toulouse, pero antes fue a visitar a sus hijos que se encontraban viviendo en Venezuela. En Francia llevaba la cátedra del idioma guaraní en la Universidad de Toulouse.

Tras un importante trabajo en el viejo continente, retornaba al país en 1989, luego de la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner con pasaporte expedido por el gobierno de Andrés Rodríguez, y no en carácter de exiliado. 

El Diario El País de España homenajeaba el regreso del paraguayo a su tierra con una publicación que describe la escena que se vivió en el aeropuerto en Asunción:

"Sus compatriotas le recibieron con pancartas festivas -"Augusto, ¡qué gusto!"- o alusivas a sus obras -"Bienvenido, hijo del hombre"-, y él casi se rompió de emoción cuando le envolvieron en la bandera y le cantaron una polka típica. No pudo mantener distancia con los informadores ni con la gente que le aclamaba, y todavía hay quién se pregunta cómo pudo resistir su fragilidad la arremetida del regreso. Quizás porque el hombre que luchó contra el totalitarismo sin otra arma que su pluma, desde su modesta plaza de profesor en Toulouse, está hecho del fuste de tantos héroes anónimos, de Paraguay o de cualquier otro punto de la América que no tiene ganas de celebrar centenarios."

Aunque no era un regreso definitivo en ese año, era el retorno al país ya no en calidad de "exiliado" con el que había retornado en otros años pero ya se había seguido el régimen de Alfredo Stroesner y dónde había sido expulsado.

 

 

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