Las mismas hormonas y sustancias químicas que nos hacen sentir amados y conectados con otros humanos se liberan en nuestro cerebro cuando vemos a nuestro amigo canino; así pasamos los años a su lado que ya no es indiferente de nuestra familia, pues ahora es parte de ella y un ser sumamente especial.

La respuesta podria encontrarse en que cuando un familiar muere y más en nuestro país, nos tomamos un proceso de duelo; faltamos al trabajo, dejamos de hacer actividades unos cuantos días, hay personas que nos acompañan en nuestro dolor, tenemos apoyo emocional y, a veces, hasta buscamos ayuda profesional. Con nuestras mascotas no es el mismo proceso

Según la psicóloga Julie Axelrod, a cargo del centro de Psiquiatría de Massachusetts, parte del duelo está relacionado con la pérdida de un amor incondicional, además de la alteración de un rutina y de la compañía de “alguien”. La pérdida de una mascota conduce a una gran interrupción de nuestra rutina diaria, a veces mucho más que la de una persona. Programamos nuestro día alrededor de nuestro perro, nos vamos y él se queda, llegamos y él nos recibe, es nuestra compañía y nuestro confidente, entonces cuando perdemos todo este orden nos sentimos completamente perdidos.