Documental sobre la vida de Esther Ballestrino de Careaga (Primera parte)

29 de marzo de 2015

El papa Francisco, destaca su primer trabajo con una gran mujer paraguaya, a quien consideró una jefa extraordinaria, Esther Ballestrino de Careaga.

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Esther Ballestrino nació en la República del Uruguay, en el año 1918, pero creció en el Paraguay, por lo que se la caracteriza normalmente como “militante uruguaya-paraguaya”. Es más, sin salir del tema de la nacionalidad, se puede sostener que nació en Uruguay, creció en Paraguay y desarrolló una de sus principales luchas en la Argentina, de donde debería ser caracterizada como “militante uruguaya-paraguaya-argentina”.

Esther se instaló en el Paraguay durante los gobiernos liberales, siendo muy joven aún cuando se produjo la caída del Partido Liberal del poder, en 1936, por lo que existe constancia testimonial y documental sobre que militó políticamente desde finales de los años 30, cuando Esther contaba con un poco más de 20 años.

Esther primero se recibió de maestra, docente, pero después se formó de química farmacéutica.

En el año 1940, Esther participó centralmente de la fundación del “Movimiento Femenino del Paraguay”, una organización de mujeres que se propuso corregir las situaciones marcadamente adversas que soportaban las féminas en ese tiempo. Sin embargo, tras la muerte temprana del general José Félix Estigarribia, presidente constitucional, dio lugar para que implante en el país una férrea dictadura, encabezada por el general Higinio Morínigo, que se basó en una controvertida medida: “la tregua política”, para limitar severamente todas las actividades.

MILITANTE Y MADRE

Ante la represión sistemática que se desató contra los derrotados en el Paraguay, en 1947 Esther, al igual de decenas de miles de paraguayas y paraguayos, emigró a la Argentina, donde se vivía un complejo proceso bajo la Presidencia del general Juan Domingo Perón. Las movilizaciones sociales eran frecuentes y masivas, y por lo general en apoyo al carismático caudillo argentino.

Raymundo Careaga, prominente dirigente del febrerismo, del sector progresista, también se encontraba en la Argentina. Este terminó casándose con Esther y del matrimonio de ambos nacieron tres niñas: Esther, Mabel y Ana María.

Esther, de hecho, formó a todas sus hijas, sin excepción, en y con los valores del marxismo revolucionario. Ellas –las hijas– militaron en el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, de orientación marxista y con un brazo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP. Ellas, las hijas, tuvieron como parejas comprometidos militantes de izquierda, que después del golpe de Estado argentino de 1976 serían severamente golpeados, según escritos del portal guaraní.

Según la historia, sus yernos Manuel Carlos Cuevas e Ives Domergue fueron secuestrados y desaparecidos. El 13 de junio de 1977 la represión le tocó aún más directamente, cuando su hija Ana María Careaga, con tres meses de embarazo, fue secuestrada y después llevada y torturada en el centro de detención clandestino Club Atlético.

Detenida Ana María, su hija menor, desde junio de 1977, Esther tomó contacto con los familiares de otros presos y desaparecidos, impulsando las rondas en la Plaza de Mayo, una pequeña movilización de protesta, pero de altísima significación en dos sentidos: por una parte, llamaba la atención internacional por el abierto desafío a la salvaje dictadura militar argentina que se impusiera desde marzo de 1976; por otra parte, estimuló a los demás argentinos, padres y madres de presos y desaparecidos, que al perder el temor se sumaron a las movilizaciones.

Esther se constituyó en una de las más animadas y lúcidas fundadoras de la organización denominada “Madres de Plaza de Mayo”, que durante años se tornó la peor pesadilla para las cúpulas militares que lideraban el régimen dictatorial. Además, Esther pasó a cooperar activamente con la organización llamada “Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas” y con la “Liga Argentina por los Derechos del Hombre”.

Esther era consciente de una cosa: como la llamada “Guerra Sucia” había causado alrededor de 30.000 desaparecidos, en su inmensa mayoría jóvenes, la tarea central era rescatar a los mismos con vida de las garras de los represores. Y en esa línea trabajó sin descanso.

En octubre de 1977 Esther recibió un regalo del cielo: la liberación de su hija Ana María. Sin siquiera dudar un segundo, Esther se refugió de inmediato en el Brasil, con sus tres hijas, pese a que el destino final de todas fue Suecia. La determinación fue muy correcta, pues en Argentina escenario central de la “Guerra Sucia”– no existía la menor garantía, y Brasil, aún bajo el control de una dictadura militar, tampoco era un espacio seguro. Llevó a sus hijas hasta Suecia, un lugar seguro.

Pero Esther estaba hecha con una fibra especial, por lo que en poco tiempo decidió volver a la Argentina para acompañar la lucha de las otras madres por la liberación con vida de sus hijos. Todas las integrantes de “Madres de Plaza de Mayo” coincidieron sobre que resultaba altamente peligroso que quedara en la Argentina, por lo que la instaron a retornar a Suecia. Más adelante, Ana María, su hija menor, comentaría que la respuesta de Esther fue única y contundente:"No, voy a seguir hasta que aparezcan todos".

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