Se cumple un año del adiós a Robin Williams

11 de agosto de 2015

Se cumple un año del fallecimiento del actor Robin Williams. El 11 de agosto del 2014, el mundo del cine dijo adiós a uno de sus rostros más queridos. El intérprete del fascinante profesor de ‘El club de los poetas muertos’ fue hallado sin vida, en su casa, a los 63 años.

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En sus cuatro décadas de carrera, Williams trabajó en un centenar de películas, entre los que destacan 'El indomable Will Hunting' (con la que logró el Oscar como actor de reparto), 'Jumanji', 'La Señora Doubtfire' y 'Hook'. Sus 'fans' han recordado este martes en las redes sociales al mítico actor. 

Debutó en el mundo del espectáculo mostrando su vena cómica, explotando ese don de gestualidad e improvisación que la naturaleza le había otorgado. Pero Robin Williams, fallecido hace hoy justo un año, era más que un comediante. Él se esforzaba por hacer al público reír, aunque a veces ni siquiera le hacía falta. Pero más ímpetu ponía en ocultar una infancia difícil y solitaria, o esa batalla con las drogas y el alcohol, pulso que pese a intentarlo, terminó cediendo del lado de la adicción.

Quizás, por todas esas dificultades y pese a su reputación de «niño grande», donde realmente destacaba Williams era en el drama. Ni siquiera el afanoso optimismo que derrochaba en «El club de los poetas muertos», como ese idolatrado profesor que enseñaba a sus alumnos que debían vivir el momento, servía para disfrazar los ojos tristes que siempre acompañaban a su sonrisa impertérrita.

Recibió cuatro nominaciones al Oscar, pero la estatuilla se le resistió hasta que en su camino se cruzaron unos jovencísimos Matt Damon y Ben Affleck con «El indomable Will Hunting».

Menos comentada sea quizás la otra cara de su polifacética carrera. Ya en su debut, de la mano del director Robert Alman se le intuían las cosquillas, versionando en carne y hueso a «Popeye», ese marino animado adicto a las espinacas. No fue su única incursión en este ámbito. Junto a Steven Spielberg voló en «Hook» como ese «niño grande» que le gustaba mostrar al mundo. Quizás siga ahí, con Peter Pan, Garfio y los niños perdidos, en el País de Nunca Jamás.

El doblaje, su afición

Como un imán, en 1992 volvió a los clásicos, pero en este caso prestando su voz y carisma al genio animado de Aladdin. No solo se convirtió en el robaescenas de la película, sino que gracias a su verborrea transformó al personaje, que tras la primera prueba dejó de parecerse al del libreto y comenzó a asemejarse a ese Robin improvisador y parlanchín. Sumió a la industria en un debate que a día de hoy se ha repetido, por ejemplo, en películas como «Her», y que enfrenta el conservadurismo de los que solo consideran interpretación la encarnación de un personaje de carne y hueso con los que claman por un reconocimiento a los que, con tan solo su voz, son capaces de dar vida a un personaje. E, incombustible, como si las cuerdas vocales no acusasen el esfuerzo, volvería a hacerlo una vez más, sacando al genio de la lámpara en 1996, con la secuela de Aladdin, «El rey de los ladrones».

De nuevo en «Happy Feet» interpretó a dos personajes como ya hiciera en otra de esas películas que ha marcado a una generación. Pero al contrario que en la «Señora Doubtfire», donde se desdoblaba para dar vida a un hombre y un mujer, tanto en la primera como en la segunda de parte de la cinta animada con su oratoria dio vida a dos pingüinos, Ramón y Lovelace, dos mayordomos del Ártico.

Puso voz al autómata Fender en «Robots» (2005) y también a un motor holográfico llamado «Doctor Know» en «Inteligencia Artificial» (2001). Nada se le resistió en la gran pantalla, ni la platea, que con cada actuación se rendía ante su talento.

Asiduo a la modulación de su voz desde sus inicios como cómico, en realidad se adentró en el camuflado mundo de la interpretación vocal en 1988, con «Rabbit Ears: Pecos Bill», donde hacía de narrador. Y en total, once filmes en los que su impronta no la selló su cara, sino su voz.

Actor consumado, tan polifacético como prolífico dada su extensa y variada carrera, dejó tras su muerte títulos sin estrenar. Ya hemos podido verlo como presidente de los Estados Unidos en la piel de un Roosevelt a caballo encerrado en su tercera noche en el museo, o en la cinta navideña «A Merry Friggin' Christmas».

Pero aún le queda cuerda. En «Absolutamente cualquier cosa» pone voz a Dennis, el perro que conversa con otro cómico, Simon Pegg. Se estrenará en España el próximo 6 de noviembre.

Se adentró en el mundo del séptimo arte con la comedia, y es el drama el género con el que le dijo adiós. Su última incursión en el mundo ficticio que durante años logró evadirlo de esa realidad de la que finalmente escapó, fue en «Boulevard», que se estrenó en EE.UU. el 17 de julio, y los críticos ya califican su trabajo como uno de los mejores de su larga carrera.

Hizo reír y llorar, y marcó a una generación con filmes que que aún hoy en día a muchos trasladan a su infancia. Puso voz a los sin voz, siendo también accesible para los más pequeños. Luchó y cayó derrotado. Se fue, y de eso hace ya un año. Y ese entrañable cómico deprimido, el genio de la lampara, sigue en la memoria colectiva como entró en Hollywood, con esa inolvidable sonrisa triste.

Fuente: hoycinema.abc.es / elperiodico.com

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