Los primeros mil días de vida, desde la concepción hasta los dos años de edad, son un periodo fundamental para el desarrollo físico y metabólico de los niños. Durante esta etapa, la alimentación influye significativamente en su salud futura. Limitar el consumo de azúcar añadido en estos años críticos puede reducir el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, una condición que, aunque suele aparecer en la adultez, puede desarrollarse desde la infancia si no se toman precauciones adecuadas.
La ingesta elevada de azúcar en la infancia provoca un aumento rápido de glucosa en la sangre, lo que genera una alta demanda de insulina y sobrecarga al páncreas. Con el tiempo, este proceso debilita la capacidad del cuerpo para regular el azúcar, aumentando el riesgo de resistencia a la insulina y de diabetes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los bebés y niños pequeños consuman la menor cantidad posible de azúcar añadido para minimizar estos efectos.
Estudios recientes han demostrado que los niños expuestos a altos niveles de azúcar durante la primera infancia tienen una mayor probabilidad de desarrollar obesidad y diabetes en etapas tempranas de la vida. Esto se debe a que el consumo de azúcar durante estos mil días crea hábitos alimenticios que pueden perdurar en el tiempo, reforzando la preferencia por alimentos dulces y procesados.
Para reducir el consumo de azúcar en la infancia, es recomendable optar por la lactancia materna como fuente primaria de nutrición durante los primeros seis meses y después iniciar la alimentación complementaria con alimentos naturales y frescos, sin azúcares añadidos.
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