El uso limitado de antibióticos en pediatría es una práctica esencial para prevenir la resistencia bacteriana y garantizar la eficacia de estos medicamentos en el tratamiento de infecciones graves. Durante las últimas décadas, la sobreprescripción de antibióticos ha sido un problema creciente, especialmente en los niños, debido a infecciones respiratorias virales y otras condiciones que no requieren antibióticos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el uso excesivo e inapropiado de antibióticos contribuye significativamente al desarrollo de la resistencia antimicrobiana, un fenómeno que reduce la capacidad de los antibióticos para combatir infecciones. En pediatría, esto es particularmente crítico, ya que los niños son más susceptibles a infecciones graves que pueden volverse resistentes a los antibióticos. El uso de antibióticos debe estar estrictamente limitado a infecciones bacterianas confirmadas, como la neumonía bacteriana o las infecciones del tracto urinario, evitando su uso en infecciones virales como los resfriados y la mayoría de las infecciones de garganta.
Un estudio publicado en The Lancet Infectious Diseases destaca que entre los niños que reciben antibióticos para infecciones virales, más del 50% podrían evitar el tratamiento sin comprometer su salud. Los pediatras y otros profesionales de la salud están adoptando enfoques más conservadores, promoviendo la observación vigilante antes de recetar antibióticos y educando a los padres sobre los riesgos asociados con su uso innecesario.
La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) también resalta que el uso inapropiado de antibióticos en pediatría no solo contribuye a la resistencia, sino que también puede alterar el microbioma intestinal, lo que puede tener efectos a largo plazo en la salud del niño.